Friday, October 31, 2014

EL MES DE LA ÑATITA

Noviembre es un mes consagrado a la memoria de la Ñatita y de quienes ya celebraron esponsales con ella. No hay cultura en el mundo que no haya honrado a sus muertos, acaso porque los humanos somos los únicos animales que tenemos conciencia de que en cualquier momento vamos a volvernos escasos para siempre y a dar un alegrón a nuestros enemigos.
El racionalismo occidental, el crecimiento de las ciudades, la explotación excesiva de los trabajadores bajo el capitalismo, nos convierten en guiñapos humanos, en naranjas exprimidas que ya no guardan sus tradiciones, pues apenas tienen tiempo para el descanso y la recuperación de las energías. La desregulación de las relaciones laborales ha hecho que la semana de 40 horas (ocho 3333125 diarias y descanso los sábados y domingos) haya desaparecido en Europa para dar paso a la jornada de 70 horas. ¡Diez horas por día! ¡O 12 por día para librar el domingo! En esas condiciones, los ritos de la muerte son una incomodidad que uno olvida pronto para que lo sigan exprimiendo en el trabajo. Velorio y entierro deben pasar cuanto antes para no perjudicar al patrón. Luego no habrá tiempo de ir al cementerio ni siquiera el 1 o el 2 de noviembre.
La conducta humana respecto de la muerte se va desligando de compromisos y va borrando la memoria de sus almas queridas. En la Edad Media, el difunto se exhibía puesto de pie a la puerta de casa para que toda la comunidad se despidiera de él. Todavía en estos tiempos, en algunos pueblos de Colombia los deudos llevan al difunto a la cumbiamba para que se despida de los placeres de esta vida. En Bolivia preparamos mesas con los manjares más copiosos. Hay mesas que ocupan todo el escenario de la orquesta bajo un tinglado donde la gente normalmente baila y consume chicha y manjares criollos. Pero en las ciudades de Occidente, el 2 de noviembre ni siquiera es feriado y transcurre como cualquier día. ¿Quién se va a ocupar de la Ñatita o de las almas que partieron?
Los avisos necrológicos en la prensa de Occidente son escuetos: una columna por un centímetro, cuando más, mientras aquí todavía menudean y a veces ocupan una página entera. Luego viene la misa de los nueve días, de cabo de mes, de seis meses y de cabo de año; y luego cada año se repetirá la ceremonia y la publicación del aviso. En los países europeos esas costumbres son impensables y han desaparecido por completo.
Cuando un ser querido muere, se contrata a una agencia funeraria que se hace cargo de esos trámites engorrosos, incluido el velorio y la publicación del aviso necrológico y, por supuesto, el traslado del difunto desde el hospital hasta la tumba pasando por el crematorio. En cambio, en nuestros pueblos la muerte todavía es un acontecimiento que se celebra en casa. La misa de nueve días y la de cabo de año son el inicio de fiestas ruidosas en las cuales sólo están ausentes la música y el baile.
Desde La Paz se ha irradiado el culto a la Ñatita, que se celebra en la octava de Todos Santos. La coincidencia me causa alegría porque en mi novela El run run de la calavera, que escribí el año 1983, la muerte es designada como La Ñatita, mucho antes de que esa denominación se hiciera popular en las populosas barriadas paceñas.
* Ramón Rocha Monroy es escritor y periodista, Cronista de la Ciudad en Cochabamba.

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