Friday, May 29, 2015

La tradición reflejada en los nombres de las calles de Tarija



El nombre de la mayoría de las calles en Tarija representa algún hecho o personaje de la historia departamental y nacional; sobre todo en la zona central, donde la nominación de las calles tiene una rica historia.

En muchos barrios de Tarija los nombres tienen que ver con la cultura local, por lo que se las bautiza con apelativos sencillos que describen una constante en la zona como: “Las azucenas”, “Los sauces”, “Membrillos”, también ofrecen perspectivas de éxito en la vida como “Porvenir”, “Independiente” y “Libertad” o simplemente describen la principal actividad del lugar como el “Comercio”.
Los nombres de las calles son similares a los nombres que se solían poner a los barrios potosinos o limeños en tiempos de la colonia; es decir que “éstos se elegían respondiendo a las características que había en la zona o por la vegetación que existía”, aseguró el historiador tarijeño, Elías Vacaflor Dorakis.
Es así que el barrio El Molino debe su nombre a que en esa zona existían los molinos de los que bajaba el agua que estaba en las acequias, el barrio San Roque lleva ese nombre ya que en las alturas del lugar se construyó la capilla y luego la iglesia con este apelativo.
De la misma manera, San Juan recibe ese nombre, ya que ahí se construyó la ermita de San Juan, dedicada al santo; el barrio Las Carreras que hoy es conocido como La Pampa, justamente era eso, una emplanada donde años atrás en Tarija se hacían carreras de caballos.
Y así, antiguamente en la ciudad el nombre de las calles los ponían los propios vecinos o una personalidad destacada, muchos de estos nombres se cambiaban constantemente; sin embargo a partir de 2012 y con la finalidad de darle más formalidad y permanencia al tema de la nominación de las calles éstos deben ser aprobados mediante una ordenanza municipal para que recién puedan ser registrados.

¿Quién pone los nombres?
Actualmente, lo que se intenta es que los nombres se cambien lo menos posible. Uno de los motivos es que hay implicaciones fiscales y de localización; es decir, si se cambia el nombre a la calle es más difícil saber dónde está situada.
“El nombre de las calles lo pone el pleno municipal y lo hace a través de las propuestas de un equipo técnico multidisciplinario, esta comisión estudia la propuesta y la presenta al pleno para que sean valoradas”, aclara la norma del Concejo Municipal de la ciudad de Tarija.
Antiguamente, al no haber existido un reglamento ni ordenanza para la denominación de las calles, avenidas, plazas, mercados y toda clase de infraestructura pública, se ponía el nombre de forma arbitraria sin análisis de temáticas y como consecuencia se tenían nombres de barrios que no tienen relación con el entorno.
Para evitar esto la comisión social del Concejo decidió trabajar un reglamento aprobado a través de la ordenanza municipal 129/2012, en base a la cual se aprueba el reglamento de nominación de calles, estructuras de carácter público, monumentos y estatuas.
Con este reglamento ya existe un procedimiento a seguir que puede activarse a solicitud de los vecinos de la junta vecinal o puede ser propuesto por un concejal o por el ejecutivo municipal, siempre y cuando se cumplan los requisitos

Poniendo orden
El procedimiento de nominación de las calles, avenidas y pasajes tiene que tener una solicitud de oficio o también de parte. Los documentos y contenidos de los informes deben estar de acuerdo a una solicitud por escrito, documentación de respaldo y otros antecedentes que correspondan como: plano de ubicación por distrito o barrio del espacio físico a nominar, además de delimitación de calles y avenidas a nominar, acta de concertación con la directiva de la junta vecinal del barrio y distrito; como también de beneficiarios con la nominación de calles y avenidas.
En la actualidad la comisión social del Concejo Municipal se encuentra trabajando para ordenar esta situación en todos los barrios y distritos, comenzando con el distrito 7, donde se verificó que existen calles nominadas por uso y costumbre, pero aún no están legalizadas a través de una ordenanza.
También sucede que se cuenta con la ordenanza que nominó el nombre aunque en la práctica se usan otros nombres debido a la poca concertación que hubo con las juntas vecinales. Es por este motivo que se busca poner un orden cubriendo los 13 distritos de la ciudad de Tarija, mediante un plano de calles que lo elabora el equipo técnico y la Dirección de Ordenamiento Territorial (DOT), en el mismo se trabaja en poner los nombres de acuerdo a las ordenanzas aprobadas.
Esto está en proceso de elaboración porque si bien hay calles con ordenanzas aprobadas, otras están en proceso de nominación y también están las nombradas por usos y costumbres. Una vez concluido este trabajo se podrá tener una idea de los porcentajes de cuántas calles tienen su situación legalizada.
Otros nombres
El historiador tarijeño explica que la toponimia de Tarija desde la fundación obedece a orígenes aimaras y quechuas; así por ejemplo Guerrahuayco, Tolamarca, Padcaya, Chaguaya, Quiscacancha, Iscayachi y Pucsara, son nombres que se les da a un lugar por sus características.
Se dice que Chaguaya tiene un significado que es ordeñar; sin embargo el historiador asegura que no es así porque esta palabra aimara se traduce a la acción de estar haciendo algo y dejar de hacerlo; Chalamarca significaría puras challas, Calama es una palabra que tiene dos raíces una cunsa y otra quechua que significaría lugar de perdices; por otra parte Marquiri describe un lugar triste en la lengua quechua.
También hay otros nombres que tienen interpretación sencilla como “La Tablada” por la batalla y otros que tiene mayor explicación como San Lorenzo, mismo que era conocido como Tarija la vieja; pero debido a una batalla entre chiriguanos y españoles, éstos últimos se encomendaron al santo y triunfantes pasaron a rebautizarlo como San Lorenzo.
Sin embargo, aún persisten algunos errores en los nombres, tal el caso del Rincón de la Vittoria. “En un documento demuestro que el verdadero nombre es Vittoria y no Victoria, éste es un documento de tierras que dio Luis de Fuentes a un señor Guerrero el 19 de agosto de 1574, que dice que se le confiere la propiedad de la meseta de la tierra de la angostura de Nuestra Señora de la Vittoria, cita el documento original”, aclara el historiador Elías Vacaflor Dorakis.
“Otro dato curioso es el nombre de la avenida Costanera que data de 1950”, añade, “hoy también la conocemos como avenida de Las Américas y también se llamó en esa época Paso por Tarija”, explica.
De acuerdo a la historia, los argentinos que hicieron el diseño y la pavimentaron querían que ese tramo se llame San Martín en homenaje al prócer argentino; empero otro sector no estaba de acuerdo. Entonces Isaac Attie, ex alcalde de Tarija, muy sabiamente llamó al puente San Martín y a la avenida “Paz Estenssoro”.
En la actualidad y finalmente se la conoce por varios nombres: Víctor Paz Estenssoro, Jaime Paz Zamora, avenida de las Américas y La Costanera.



Plaquetas con historia en las calles centrales

En las calles centrales de la ciudad se encuentran plaquetas en cada intersección de la calle Madrid, General Trigo, Sucre, Domingo Paz y 15 de Abril, éstas responden a un proyecto de seña lectiva urbana municipal a iniciativa del historiador y financiado por vinos Aranjuez. Estas plaquetas narran la historia del nombre de las calles.
Son 12 plaquetas que ofrecen una información detallada, por ejemplo la calle Sucre menciona al primer presidente constitucional de Bolivia; la calle Suipacha se denomina así por la batalla de este nombre, donde patriotas tarijeños lucharon contra los españoles ganando un 7 de diciembre de 1810.
Así hay una descripción importante en cada plaqueta que da referencia a la historia de estos personajes trascendentales que hoy son recordados con sus nombres en las diferentes calles de Tarija.

Wednesday, May 27, 2015

Video El 28 de mayo se conmemora el día del tipoi trinitario

Las k’isa wawas, el encanto que endulza las fiestas patronales

Apretaditos, dulces y saludables, así se muestran las k’isa wawas, unos adorables muñecos confeccionados con durazno. Esta herencia ancestral es una tradición que endulza las fiestas patronales en el Cono Sur de Cochabamba.

María Delia Pérez e Hilarión Yarhui, son algunos de los más experimentados representantes de este arte, que inicia pelando el durazno en largas tiras, para luego secarlas al sol y envolverlas en ramitas de durazno, dándole formas de campesinos y cholitas, y ahora también en tractores y canoas. “Antes se llamaban las k’isa monteras porque eran solo pelotitas”, cuenta don Hilarión.

“Doña Delia tarda 5 minutos en armar una wawa, pero nosotras hasta 2 horas”, dice la señora Angélica, destacando la pericia de su vecina oriunda de Pisorqa.

Cada k’isa wawa lleva entre 15 y 20 duraznos por un precio de 15 bolivianos. Una producción plenamente agroecológica y amable con la naturaleza es la base de su elaboración.

Ningún implemento en su confección es tóxico, incluso los bordes al final del armado son sujetados con pequeñas pajitas.

“Cuando era joven llevaba hasta 100 wawas a la mamita Asunta (Urcupiña) ahora ya no voy porque es muy lleno”, cuenta doña Delia. Esta tradición que viajaba a modo de visita y walaycheo (paseo) a todas las fiestas patronales del departamento, ahora solo se encuentran en festividades como la Mamita La Bella en Arani (24 de agosto), Señor de Milagros en Mizque (14 de septiembre), Señor de Consuelo en Pocona (el segundo domingo de marzo) y todas las fiestas patronales del Cono Sur.

La organización de mujeres Bartolina Sisa, en Pocona, quiere recuperar esta tradición como una alternativa económica complementaria.

Monday, May 4, 2015

La tierra de los kallawayas

Nuestra intención, con un entrañable amigo, para aprovechar el Carnaval, era recorrer a pie el camino prehispánico Curva – Pelechuco en la provincia Muñecas, La Paz. Curva es uno de los principales pueblos de la milenaria cultura kallawaya.
Compramos los pasajes en Alto Tejar un día antes de partir. Nos embarcamos a las cinco de la mañana en un bus "Mercedes”. Fueron casi 12 horas de viaje por un camino sin asfaltar, con hermosos pero inhóspitos lugares. En este siglo, llegar a una comunidad dentro del departamento de La Paz puede tomar más tiempo que llegar a Europa, pensé.
A las cinco de la tarde, Curva estaba cubierta por una densa neblina. Nos indicaron que la señora que atendía la tienda más surtida del pueblo también recibía huéspedes.
Al dar una vuelta de reconocimiento fue inevitable sentirse en un tiempo muy antiguo, con un aire cargado de misterio y de leyenda, las casas pequeñas hechas de capas de piedra laja con techos de paja, los árboles cargados de musgo, la neblina y el verde intenso de los cerros por la humedad.
Llegamos con mucha hambre, pero no habían pensiones abiertas, así que nuestra anfitriona nos ofreció preparar una comida. Esa noche cenamos cuyes apanados con ají, papas y choclo, deliciosos por cierto. A las nueve de la noche no había movimiento alguno en las calles y el cansancio nos obligó a dormir.
Muy temprano, iniciamos la marcha hacia Pelechuco. El paisaje era maravilloso, las montañas imponentes, los ríos y vertientes cristalinos y la vegetación abundante. La caminata se hacia dura por la pendiente. En el camino cruzamos con dos pastorcitos que arreaban a unas 15 llamas con algunas crías. Los saludamos y seguimos. Más tarde empezó a nevar, primero tenuemente y luego con insistencia, lo que nos obligó a retornar.
Al volver nos encontramos nuevamente con los pastorcitos que eran hermanos: una niña de ocho años y su hermano de 10, quienes no dudaron en ofrecernos su ayuda para cargar una parte de nuestros implementos y luego su propia casa para pasar la noche.
Armamos un pequeño apthapi sobre un tari que abrieron sobre la tierra cubierta de pasto, el cual contenía papas, chuño y un pedazo de charque. Nosotros abrimos nuestras latas de atún con marraquetas paceñas. Fue mágico compartir con ellos y quedamos admirados con su apertura y su personalidad.
El mayor cuidaba para que su hermana no alzara mucho peso. Y mostraba un absoluto poder de decisión, pues no consultó con sus padres para alojarnos y tampoco se guió por el prejuicio de no hablar con extraños. Todo me sorprendía en aquel viaje.
Poco después de iniciar el descenso, a eso de las cuatro de tarde, llegamos a una pequeña aldea con casitas dispersas. Allí conocimos a los padres de los pastorcitos, una pareja de kallawayas.
La mujer nos instaló en su propia habitación, dándonos a cada uno una cama con pullus muy calientes. Inmediatamente le dijo a su hijo que fuera a pescar a los arroyos cercanos. Fuimos con él y vimos cómo, hábilmente, con un hilo y un anzuelo pescaba pequeñas truchas.
Al volver, vimos al padre sentado en una pequeña cima contemplando el paisaje absorto, en una meditación muy tranquila. Sus gestos y mirada reflejaban una gran sabiduría y un control de todo su entorno. La mamá preparó una sopa con papas diminutas con cáscara, que cualquier niño habría adorado, pues parecía hecha para divertir. Mientras comíamos esa delicia caliente, ella fritó las truchas y las sirvió sobre un puñado de papas hervidas grandes.
Durante esa comida comenté sobre los lindos tejidos que llevaban puestos: el poncho del papá y el aksu de la mamá, quien nos contó que ella los tejía; nos mostró otros tejidos que nos ofreció en venta. Cada uno de nosotros compró uno.
Ella nos describió los íconos, entre animales y fuerzas de la naturaleza. El que más nos intrigó fue el del zorro, por reflejar fidedignamente su pose con la cola y sus orejas paradas, además de los ojos bien abiertos. Esa noche dormimos muy cómodos y calientes. Nos sentíamos envueltos por la magia de los kallawayas y su calidez humana.
Al día siguiente retornamos a Curva, donde se disponían a festejar el Anata Andino. Nos alegramos de volver, evitando la fatiga de recorrer el camino precolombino a Pelechuco. Para el festejo, las señoras cargaban en sus rojos aguayos las plantas de sus cosechas y los varones llevaban sus rojos ponchos, todos con serpentinas en el cuello. Hacían las respectivas ch’allas y rondas alrededor de la plaza.
Uno de los jilakatas latigueaba fuertemente en las esquinas de la plaza con su largo chicote de mando. No tardamos en juntarnos a un grupo de comunarios, con los que compartimos varias cervezas y mucha alegría.
Al día siguiente, martes, no había transporte de retorno, así que paseamos un día más. Fuimos a los bellos parajes que circundan Curva y a Lagunillas, una comunidad vecina. De lejos, Curva se ve sobre una cima de la montaña, coronada por una bruma de neblina que parece rodearla como una atmósfera.
Allá hay un centro de salud especializado en medicina natural kallawaya, lo cual nos sorprendió gratamente. Aquel viaje fue fascinante y quedó pegado en mis retinas. Pero, me falta retornar y llegar a pie -esta vez sí- a Pelechuco.

Sunday, May 3, 2015

Revalorizan el rito del Jach’a Tata Danzante

El rito y la danza del Jach’a Tata Danzante, en su contexto original, corren el riesgo de desaparecer debido a la poca frecuencia de su práctica y representación en ámbitos urbanos y rurales. Para contrarrestar el hecho, la Secretaría Municipal de Culturas abrió una exposición de instrumentos musicales, trajes, máscaras, vídeos y otros elementos que identifican al singular personaje. La muestra permanecerá abierta hasta el 30 de mayo en el Museo Costumbrista “Juan de Vargas”, ubicado en la Av. Sucre, esquina Jaén, informó esa repartición edil.
El Taller de Proyección Cultural de la carrera de Arquitectura de la Universidad Mayor de San Andrés se sumó a la actividad para revalorizar y recuperar esta antigua y controversial danza. Ambas instituciones han dispuesto de personal técnico que explicará a los visitantes las significaciones y connotaciones del rito y la danza que se transmite a través de un video producido por el citado Taller.
LA MUESTRA
El Museo Costumbrista expone las dos versiones sobre el origen y esencia del Jach’a Tata Danzante o Gran Señor Danzante. Una de ellas sostiene que la danza era ejecutada como castigo y pago por faltas cometidas y la otra posición – la más aceptada – está relacionada con los ritos de productividad de la tierra, ya que se la ejecutaba con la idea de obtener mejor cosecha, es decir el personaje cumplía una especie de función social al ciclo ritual agrícola.
El Jach’a Tata Danzante bailaba durante tres días sin detenerse hasta morir o agonizar por agotamiento físico. Sin embargo, la muerte en la visión andina a diferencia de la visión católica, no es entendida como una muerte trágica porque los muertos cumplirían una especie de función social, en relación con el ciclo ritual agrícola, es decir que el Danzante ofrecería su vida para otorgar vida a los sembradíos.
Esta expresión no sólo conlleva danza y música, sino también tradición de pueblos que guardan creencias que van más allá del entendimiento cotidiano. La danza es, en sí, una representación que proviene de la comunidad de Umala del departamento de La Paz, y se la interpreta los meses de junio a septiembre, afirmó Vida Tedesqui, responsable de investigación de la Secretaría Municipal de Culturas.
Agregó que en la representación de la danza participan de cinco a seis integrantes, todos varones: Danzanti, dos diablicos –guardianes del Danzanti– y tres o dos awilas –viejas– que interpretan la música con los waka pinquillo (de cañahueca con dos orificios) y la wankara (especie de tambor andino). Se dice que se elegía a un hombre joven fuerte, reconocido socialmente y con prestigio para asumir el papel del Danzanti y que antes de ocupar esa función se le ofrecía comida, bebida, además de mujeres vírgenes. De acuerdo con algunas interpretaciones, el hecho de poseer mujeres, también se expresaría en la fecundidad de la tierra.

Friday, May 1, 2015

La Chakana reunirá a diez comunidades



La alineación de la Chakana (Cruz del Sur) con la punta del Cerro Rico de Potosí se dará a la medianoche de mañana. Diez comunidades de esa región, Sucre, La Paz y Oruro participarán en una ceremonia ancestral por el acontecimiento.

“Este evento tiene muchos años. El sábado va a haber un ciclo de conferencias con autoridades por este día importante. Tendremos un invitado especial que conoce de las constelaciones que se ven en el firmamento”, explicó José Palenque, organizador del encuentro y de la comunidad Wila Kollu.

La Chakana es una cruz andina escalonada de 12 puntas que simboliza los cuatro puntos del imperio incaico: Omasuyo, Chinchasuyo, Antisuyo y Kollasuyo. La ceremonia principal se realizará en el Cerro Rico de Potosí.

“Antes de subir habrá un acullico con todas las comunidades. Además habrá un ciclo de conferencias en la plaza 10 de Noviembre para abordar temas ligados a lo astronómico en la cosmovisión de los pueblos originarios. A las 17.00 nos vamos a reunir en la plaza con las comunidades de Potosí y Sucre, las que vienen de otras ciudades más. Va a haber música y coca durante el encuentro”, adelantó el comunario.

A las 20.00, tanto los comunarios como la gente que quiera participar de esta cita emprenderán un ascenso al majestuoso Cerro Rico. “Será en la parte conocida como cerro chico y vamos a comenzar a encontrar en el firmamento constelaciones como la Chakana Raymi”.

Después de la explicación realizada sobre las constelaciones, se llevará a cabo una k’oa de agradecimiento para la Pachamama (Madre Tierra), en la planicie. “Los pasantes de este año van a entregar cuatro puntas (tejidos), que simbolizan a los cuatro puntos de la Chakana”. El evento se organiza hace décadas en territorio potosino y este año lo realizan los pasantes Ramiro Almendras Hurtado y su esposa.