Sunday, June 25, 2017

Porongo preserva su fe y tradición en San Juan, pese al embate moderno


Felicia Flores, a sus 75 años, vistió un colorido tipoy y equilibró alegremente una tinaja en su cabeza. Cuando la tamborita empezó a sonar, la mujer, de figura menuda y ojos claros, partió en procesión desde la iglesia hasta el río Piraí con un grupo de pobladores.

Una vez ahí, armaron una fogata mientras la gente empezaba a llenar una tinaja con unos 50 litros de agua color barro. “¿Cuántos años pasaron desde 1996?”, preguntó el padre Freddy Gutiérrez, quien fue párroco de Porongo hace más de dos décadas y fue quien inició la tradición de bautizar a los niños en el río para la fiesta de San Juan Bautista. “El río es una bendición, pero también se llevó la vida de muchas personas, por eso comenzamos a bautizar a los niños en sus aguas como una forma de pedir protección para nuestro pueblo”, comentó.

La escena que siguió pareció un empalme de dos épocas, la Santa Cruz de mediados del siglo pasado y la de hoy. La tamborita no paró de sonar y doña Felicia bailó mientras mujeres devotas cargaban la imagen del patrono San Juan y los espectadores apuntaron con las cámaras de sus teléfonos celulares hacia todo el ritual.

La tinaja y los sacerdotes fueron subidos a un carretón, adornado con flores, que ingresó al pueblo por una calle que está en proceso de enladrillado. Esta fue destinada exclusivamente para los comerciantes que llegaron desde Santa Cruz con modernos carruajes acondicionados para preparar y comercializar comida rápida.

La gente abrió paso a los dos robustos bueyes que con andar cansino pasaron entre el olor de las hamburguesas y chorizos que compitieron con el aroma del majadito y seis chivos que crucificaron alrededor de un largo tronco ardiente.

La tarde cayó y algunos se aprestaron a destapar las primeras latas de cerveza.
El agua bendita fue depositada en el frontis de la parroquia, donde se acondicionó un altar para la misa. En la cancha, el escenario estuvo listo desde temprano. El párroco Osvaldo Peña bautizó a 10 niños con el agua traída en tinaja. Hace cinco años que ya no se realizan bautizos en el río, sino que se optó por traer el agua y realizarlos en la propia iglesia. Pero el padre Freddy no pierde el anhelo de que el sacramento se vuelva a hacer en el río, “como lo hizo Juan el Bautista con su primo, Jesús”.

Comenzó la fiesta
Las movilidades llegaron al pueblo haciendo un circuito que pasaba a una cuadra alrededor de la plaza, dando la vuelta por detrás del mercado. Todo en un solo sentido para que el tráfico haya estado ordenado. La calle de la iglesia fue destinada a los puestos de sucumbé y la del trapiche a las venteras de comidas típicas de Porongo. Todo fue pensado para que la fiesta se realice con el mayor orden, dijo Joel Gutiérrez, responsable de cultura del municipio.

“Yo te bautizo con el nombre de Felipe André”, dijo a su vez el padre Peña mientras, con una tutuma, derramaba el agua de la tinaja en la frente de un niño de un año. Su madre, Éricka Bolívar, aseguró que cada año llega desde La Guardia hasta Porongo para la fiesta de San Juan y que por devoción al patrono de este pueblo decidió hacer bautizar a su primogénito ahí. Fueron 10 los niños que se integraron a la religión católica en la misa. En total serán 25, con los que recibirán el sacramento hoy.

El canto religioso Alabaré a mi señor se mezcló con las notas de Despacito, que se escucharon a lo lejos tocadas con un ‘instrumento’ particular: las hojas de un árbol de naranjo. Era Julio Salvatierra, más conocido como Puga, quien pidió agua a una vendedora de sucumbé para humedecer sus hojas. Siempre toca las canciones de moda, aunque en su repertorio no faltan sus ‘clásicos’, como imitar el lamento de un perro y el cacareo de una gallina. Su brazo fracturado tampoco le impidió tocar su chobena preferida, Chiquitano soy.

Las fogatas

Por tradición, Porongo es el único lugar donde se permiten fogatas y desde temprano se colocaron los troncos en cada esquina de la plaza para arder.
No fue una noche fría, por ello doña Leonor Ramírez solo preparó 30 litros de sucumbé. Mientras batía con un molinillo dijo que en los años más fríos llegó a vender hasta 50 litros de la bebida, hecha con huevo, leche y aguardiente.

Cuando fueron las 21:15, 11 atletas, que desde hace 16 años corren 21 kilómetros desde Santa Cruz con una tea encendida, llegaron al epicentro de la fiesta. Casi a la par se escuchó: “En la fiesta de Porongo las costumbres no han sufrido cambio...”, era el canto de Guísela Santa Cruz. Después el alcalde Julio Carrillo encendió la fogata frente a la iglesia.

La fe puesta a prueba

En un acto de fe, la gente se arrodilló ante San Juan, le pidió, le prometió y le ofreció ese sacrificio a cambio de alguna dádiva, hizo notar el padre Peña.
A esas alturas la fogata se consumió y los restos fueron removidos hasta que en el suelo quedó una alfombra de brasas. Fue entonces cuando la fiesta fue adquiriendo tintes modernos, sobre todo por la música. Pero a la par, las danzas al ritmo de chobena y taquirari volvieron a empujar el jolgorio hacia lo costumbrista.

A medianoche la principal atracción irrumpió con pies descalzos, plegarias, la señal de la cruz y el desfile de creyentes que pusieron a prueba su fe caminando sobre las brasas.

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