Wednesday, July 3, 2019
Sacrificios rituales en la celebración de Espíritu
En el universo simbólico de las minas del Cerro Rico de Potosí, la celebración de Pentecostés o de la venida del Espíritu Santo —llamada simp lemente “Espíritu”— es el escenario de una serie de sacrificios rituales que tienen lugar durante tres sábados consecutivos, entre mayo y junio. Los ritos involucran, invariablemente, el sacrificio de llamas y están asociados a las creencias de los mineros en deidades andinas cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.
A primeras horas del sábado, los socios encargados de cada cooperativa minera o sección de esta se dan cita en el mercado minero donde se realiza la venta de llamas, mesas rituales, bebidas alcohólicas, etc. Según los mineros, las llamas machos y de color blanco son las predilectas como ofrenda a la Madre Tierra, por lo que su precio es mucho más elevado.
A mediodía, las llamas, atadas de los pies, son dispuestas a la entrada de las bocaminas donde los mineros proceden a decorarlas con serpentinas y a ch’allarlas con bebidas alcohólicas. Algunos incitan a los animales a pijchar y beber, introduciendo en sus bocas hojas de coca y bebidas alcohólicas en pequeñas cantidades.
Más tarde, con la presencia de los mineros y sus familias, se procede a degollar las llamas, cuidando que ni una gota de sangre vaya al suelo pues la sangre, símbolo de vida, es derramada como ofrenda a la Pachamama en la entrada de las minas.
Muchos de los mineros y sus familias se pintan la cara con sangre de llama, a manera de juego que, según ellos, sirve como protección contra los malos espíritus.
En cada mina se llega a sacrificar desde dos hasta 20 llamas o más, dependiendo del tamaño del grupo y la prosperidad de la mina. Lo que sí es importante es que se sacrifiquen camélidos en un número par, en alusión al principio de la arraigada dualidad andina en el sector minero.
Inmediatamente después de degollar a la llama se procede a abrirle el pecho y a extraerle el corazón, aún latiente, que es depositado en un plato y adornado con mixtura. El corazón, al igual que el pulmón, servirá para que los conocedores o yatiris puedan descifrar las venturas y desventuras que depara el futuro.
Luego, las mujeres y los mineros extraen las vísceras y el estómago a las llamas, y los depositan en una carretilla. Al igual que el corazón, serán adornados y motivarán las ch’allas rituales. La carne trozada será dispuesta de manera rudimentaria en las brasas del carbón sin condimento alguno, ni siquiera sal. La carne, en parte chamuscada y medio cruda, será servida a todos los presentes acompañada de la exquisita wathia.
Después de haber degustado estos alimentos se procede al chejteo, que consiste en cortar pequeños trozos de diferentes lugares del animal muerto. Así, se le arrancan pedazos de la oreja, el corazón, el pulmón, etc. Estos fragmentos serán parte de la q’uwa o mesa blanca en honor a la Pachamama, e irán en lugar de los tradicionales fetos.
Las mesas rituales también contendrán lanas teñidas, wira q’uwa, hojas de coca, papeles de color, el pan de oro y plata (papeles de color dorado y plateado simbolizando a los minerales), cigarrillos, botellas pequeñas de alcohol y vino, dulces, pedazos de panal de abejas (la chiwana) y los misterios con elementos iconográficos de minas: el Tío, cuernos de la abundancia, herraduras, serpientes, sapos y mariposas, entre otros. La mesa ritual se realizará en el Kay Pacha (espacio espiritual terrenal), el humo ascenderá al Janaj Pacha (espacio espiritual del cosmos) y las cenizas serán enterradas; es decir, irán al Ukhu Pacha (mundo espiritual subterráneo).
Para culminar la celebración, los mineros alimentan a las minas por la boca, haciendo orificios en las bocaminas donde se dispondrán, en completo orden, los restos de las llamas. Así, se coloca primero la cabeza de la llama, luego las patas delanteras, el estómago y, por último, las patas traseras.
Estos elementos serán enterrados como una ofrenda a la Pachamama pero también al Tío de la mina. En muchos casos, los mineros colocan hojas de coca y hasta monedas junto con los restos de las llamas, a manera de un pago recíproco a las deidades del subsuelo. •
* Marco Antonio Flores es vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí.(SIHP).
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