El Sol ha sido siempre el principal objeto de culto de la humanidad. El gran Dios, cuya trayectoria en el cielo ha inspirado múltiples leyendas. Obviamente los momentos más significativos son cuando llega a su extremo Sur o Norte, en lo que sería el día más corto o largo del año, según el hemisferio en el que estemos. Además, ocurre un fenómeno singular, pues al llegar al límite el Sol no rebota como una pelota, sino que se queda detenido por 3 días antes de empezar el nuevo ciclo. El sol quieto o sol-sisitere, en latín solstitium, es el que da origen al nombre de Solsticio y corresponde al aparente estacionamiento del Sol durante tres días.
Los reyes y sacerdotes de todas las culturas han sabido de este fenómeno y se han aprovechado de él para mostrar su relación con el Dios Sol y asentar así su poder. Por ejemplo, en tiempo de los Incas, se realizaba una celebración en la que el propio Inca, con la ayuda de los sacerdotes, detenían la caída del sol cuando éste llegaba al punto más lejano para que regrese y los vuelva a calentar con sus rayos. Para ello, la noche anterior apagaban todos los fuegos, y en la gran plaza del Cusco se concentraban, entre las sombras y el silencio; los más importantes personajes del imperio y al amanecer, y viendo que el sol empieza a subir luego del esfuerzo realizado por el Inca con todos ellos, comenzaba una fiesta que duraba varios días.
Era el año nuevo denominado Inti Raymi (Fiesta del Sol), que se celebra el 24 de junio durante el Solsticio de Invierno. Lo mismo ocurría en las otras civilizaciones Andinas como los Mapuches, Aymará y otros pueblos originarios que conmemoraban el año nuevo durante el Solsticio de Invierno, con bailes, comida y alcohol, en un ceremonial donde invocaban al cielo sus esperanzas de bienestar, buena salud y mejores cosechas. Pues, pasado el Solsticio, regresa el Sol dando paso a un nuevo ciclo de vida.
Es una concepción distinta del tiempo a la que nosotros tenemos, en la que el pasado queda atrás y el tiempo es lineal. Para los pueblos originarios lo antiguo se renueva siempre, el tiempo es cíclico.
En el hemisferio norte también festejan el año nuevo en función del solsticio de invierno. El 1 de enero se celebra la “Circuncisión de Jesús”, siete días después de su nacimiento el 24 de Diciembre, durante el Solsticio de Invierno del Hemisferio Norte. Pues en casi todas las culturas el Sol como dador de vida era considerado un Dios.
Por ejemplo, en el antiguo Egipto, Horus es el Dios Sol, es el Sol antropomorfo, el Sol con forma humana, y su vida está relacionada con los movimientos del Sol en el cielo...
Después de la traición de Typhon, Horus fue crucificado, enterrado por 3 días y resucitado. Estos atributos de Horus fueron copiados por muchos otros dioses que tienen la misma estructura mitológica, como Mitra (Persia, 1.200 a.C), Krishna (India, 900 a.C.), Dionisio (Grecia) y también por Jesús...
Creo que queda clara la importancia del Solsticio para las religiones y las antiguas culturas, pero ¿cuál es la importancia para la Masonería? Cabe recordar que todos los historiadores de la masonería coinciden en señalar que su etapa moderna nace el 24 de junio de 1.717 en Londres, día del solsticio. Obviamente no fue una casualidad...
De estas concepciones emana la importancia de los festejos masónicos de los Solsticios. Todos nosotros tenemos nuestros “solsticios íntimos”, nuestros sentimientos de euforia y sentimientos de tristeza.
Pero no olvidemos que en la depresión, en la desesperación, cuando todo está negro, empieza a aclararse el panorama. Cuando la noche llega a su más profunda negrura, empieza a aclarar el horizonte. Y viceversa, cuando todo es optimismo, cuando la euforia nos invade, nos olvidamos que “todo cambia”, que llegarán los días de las vacas flacas, y debemos tener conciencia de que el vaivén es inexorable. Lo mismo sucede con las estaciones, con los países, con las civilizaciones. Lo mismo sucede con la vida del hombre, con sus vaivenes y ciclos. Todo cambia, menos las leyes universales, los valores éticos y las virtudes.
Entonces, ¿cuál es la fórmula? ¿Cómo sobrellevar estos vaivenes que nos presenta la vida? Según Buda, la fórmula es el camino del medio... O sea, tener la conciencia despierta, alerta y no caer en extremos. Desarrollar la conciencia y hacer el bien. Saber que las baldosas blancas y negras están en el mismo nivel. Saber que estando en la gloria, no debemos despreciar al que la está pasando mal.
El Solsticio de Invierno nos recuerda nuestra propia Iniciación, la Cámara de Reflexión, la Oscuridad. Para el Sol justamente, la detención en el Solsticio de Invierno es, simbólicamente, su propia Cámara de Reflexión, su Cámara de Oscuridad Invernal...
Los solsticios representan el eterno contraste de la luz y la oscuridad, de la vida y la muerte y el eterno renacer de la creación, donde nada puede ser destruido, solo transformado...
(*) Vila es masón argentino
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