Cada 21 de junio se produce el solsticio de invierno en el hemisferio sur del planeta, y en nuestro país desde hace cinco años se celebra el Año Nuevo Aymara o Andino Amazónico, y tres días después, el 24, se festeja el día de San Juan de diversas maneras como en todo el mundo católico. En Cochabamba se realiza una entrada folclórica en la zona sur. En la región amazónica del Perú, donde este santo es su patrono se efectúan diversas ceremonias, como en la noche del 23, cuando la gente se baña en los ríos en la creencia de que sus aguas son bendecidas por él, y que al bañarse obtendrán felicidad y salud para todo el año.
En este mismo día de San Juan también se celebra en el Perú el “Día del Campesino”, y en el Cuzco, antigua capital del imperio teocrático de los incas, se festeja el Inti Raymi que en quechua significa “Fiesta del Sol”, y que en épocas pre-coloniales era celebrado por los incas en honor a esta estrella luminosa que consideraban como su dios principal y padre natural de sus reyes, hermano y esposo de la Diosa Luna o Quilla, madre de sus reinas o Coyas. El Inti Raymi es considerado en los últimos años por algunos autores como el festejo del año nuevo incaico o quechua, que en tiempos pre-colombinos se habría realizado en el solsticio de invierno el 21 de junio, pero fue suprimido en la colonia por los españoles, siendo reemplazado por las fiestas católicas del Corpus Christi y de San Juan.
Otros autores tienen opiniones diferentes. Hay quienes afirman que el actual Inti Raymi cuzqueño es una “tradición inventada”, según el concepto del historiador marxista Eric Hobsbawm, porque no es un festejo incaico que hubiese pervivido en el tiempo, sino un fastuoso espectáculo folclórico que se instituyó con fines sobre todo turísticos en 1944. Ese año, a instancias del indigenista cuzqueño Humberto Vidal Unda, se instauró la Semana del Cuzco, con su Día el 24 de junio, y como evento principal la escenificación del Inti Raymi en base a los Comentarios Reales escritos en Europa en 1609 por el cronista colonial cuzqueño Garcilaso de la Vega, que incluían el sacrificio de muchas llamas arrancándoles el corazón y los pulmones en los que se leían los augurios. Este ritual sangriento fue y es representado de manera teatral y simulada con una sola llama, y más bien que no se lo interpretó según el relato del cronista indígena Guamán Poma, que incluía el sacrificio de 500 niños que se enterraban vivos.
El Inti Raymi se realiza cada 24 de junio, y se elegiría esta fecha porque ya era un día de doble festejo: por San Juan y el “Día del Indio” (hoy, del Campesino), y porque según Garcilaso, era celebrado por los incas “pasado el solsticio de junio”, siendo su fiesta más importante en honor al Dios Sol y a sus hijos los reyes incas. De modo que no era un festejo por el solsticio ni por el año nuevo. Sobre todo, según Vidal Unda, esta fiesta era la más apropiada entre otras para atraer al turismo, porque entonces no llueve en el Cuzco y se halla próxima al Corpus Christi (Vidal de Milla, 1982).
Por otro lado, el antropólogo noruego Tom Zuidema, en su artículo: “De la Tarasca a Mama Huaco”, hizo notar que Garcilaso al describir (imaginativamente) el Inti Raymi cuzqueño que no presenció, le introdujo elementos de las procesiones (carnavalescas) del Corpus Christi colonial, que sí presenció en el Cuzco en su juventud.
Uno e estos elementos era la participación festiva de caciques y delegaciones de las provincias del imperio con “sus mayores galas e invenciones (o disfraces)” y con acompañamiento musical. Lo que observamos, no corresponde al Inti Raymi descrito por Polo de Ondegardo y demás cronistas, que lo caracterizaban aparte del habitual sacrificio de las llamas, por la elaboración de una “gran suma de estatuas de leña labrada de Quissuar (o Quinua), todas vestidas con ropas ricas”, que según Bernabé Cobo, eran quemadas al final de la celebración.
En consecuencia, el actual Inti Raymi sería una tradición reinventada o recreada en 1944 con fines turísticos, y un espectáculo folclórico en el que se escenifica una fiesta incaica en honor al Dios Sol y a sus hijos los reyes incas, con algunos elementos festivos tomados de Corpus Christi colonial.
LA FIESTA DEL AYMORAY COMO AÑO NUEVO AGRARIO INCAICO
El antropólogo Tom Zuidema también indicó que Garcilaso le atribuyo al Inti Raymi una relevancia que no tuvo, porque en realidad la celebración inca más importante era “la fiesta de la cosecha y del nuevo año agrario” o “Aymoray”, que se realizaba el 26 de abril, cuando el sol pasaba por el anti-cenit del Cuzco.
Estas sorprendentes afirmaciones están basadas, entre otros testimonios, en una gran fiesta inca en el Cuzco que fue presenciada y descrita por el cronista Bartolomé Segovia (nombrado antes como Cristóbal de Molina el Almagrista), y que es considerada por Zuidema como una fiesta de la cosecha y no del Inti Raymi de junio como se indica erróneamente.
Segovia puntualizó que la fiesta descrita se realizó en “abril” de 1535, cuando se cosechaban “los maíces y sementeras” y duró “ocho días”; agregando que en el último día el Inca efectuó el arado simbólico de la tierra, acto que es considerado por Zuidema como el inicio del nuevo año agrario incaico.
A esto añadimos que la fiesta presenciada por Segovia era muy diferente al Inti Raymi descrito por Garcilaso y otros cronistas. Porque en ella solo participaban los “orejones” o incas nobles, y se realizaba una serie de procesiones de las momias de sus antiguos reyes desde sus adoratorios al lugar del festejo.
Por otro lado, el jesuita español Arriaga en 1621, citó tres fiestas indígenas importantes que todavía subsistían en el Virreinato del Perú (y que no incluían al Inti Raymi). Una de ellas se realizaba en la época de Navidad, y otra cuando se cosechaba el maíz, que era llamada “Ayrihuaimita” porque en se bailaba la danza “Ayrihua”. Nosotros deducimos que se efectuaba en abril como indicó Segovia, porque este mes según otros cronistas era denominado “Ayriguaquiz” (o mes de Ayrigua). La tercera fiesta era llamada “Oncoy mita” y se efectuaba cuando las estrellas Pléyades reaparecían en el firmamento, el 9 de junio. Mes en el que además se celebraba una fiesta por la producción del chuño, llamada “Oncoy Llacsiti” en Huatamanga, Perú.
Sin embargo, según el cronista Juan Betanzos, el Inca Pachacutec dispuso que se hiciese una gran fiesta dedicada al Sol, que comience en mayo (y no en abril) cuando se empezaba a cosechar el maíz y dure hasta fines de junio. Llamó a esta fiesta “Yahuarincha Aymoray” y mandó que se hiciesen “grandes sacrificios”. Este prolongado festejo también es considerado erróneamente como el Inti Raymi de junio, pero es obvio que se trata de la fiesta de la cosecha, que según otros cronistas solo fue llamada “Aymoray” y era celebrada en mayo que se denominaba “Aymorayquiz” o “Aymorayquilla” (mes o luna de Aymoray), y no en abril como indicó Segovia.
Esta divergencia se debería a que esta fiesta habría sido movible entre fines de abril y principios de mayo por efecto de los calendarios lunares que usaban los incas y que son variables. Siendo este uso atestiguado por cuatro indígenas quipucamayocs o guardianes de los quipus, en un informe dado en el Cuzco en 1542. En este sentido, existe el testimonio de una fiesta de la cosecha de papas realizada en mayo de 1547 en Lampaz, Perú, cuando había luna llena (Cieza de León, 1553),
En la actualidad, estas fiestas de la cosecha en ciertas zonas andinas peruanas, y en algunas poblaciones aymaras de nuestro país, donde la llaman “Aymura” (Un costal lleno), se realizan en la festividad católica de la Santa (Vera) Cruz, el 3 de mayo (Van den Berg, 1990).
Y esta fiesta también es celebrada en la zona sur de la ciudad de Cochabamba, aunque como un festejo de la fertilidad, pero en su origen habría sido una fiesta inca del “Aymoray” o de la cosecha (Rocha, 1990). Además, esta festividad de la Santa Vera Cruz es considerada como el “año nuevo” por los campesinos quechuas cochalas, según “El calendario agrícola en el valle de Cochabamba” publicado en Los Tiempos en 1974 como resultado de una investigación de campo (Ibarra Grasso, 1982).
En consecuencia, podemos indicar que algunas fiestas aymaras e incas de la cosecha o Aymoray, fueron integradas o reemplazadas en la colonia por el cercano festejo de la Santa Cruz.
Si bien se considera algunas fiestas incaicas como el año nuevo agrario, su realización habría sido un evento movible entre abril y mayo por efecto de los calendarios lunares utilizados. Tal como sucede con el año nuevo de los chinos, judíos y otros pueblos milenarios que usan calendarios lunares y no solares. Aunque los incas no contaban los años ni tenían el mismo concepto del año nuevo de esas y otras culturas occidentales, como se les atribuye en la actualidad.
EL CORPUS CHRISTI COLONIAL Y LAS FIESTAS AUTÓCTONAS
En la época colonial, el Corpus Christi fue la fiesta católica más importante y popular en España y en Hispanoamérica, porque además de la procesión de la custodia, santos y vírgenes, incluía elementos festivos como comparsas de danzarines disfrazados de diablos y animales, representaciones teatrales y el desfile de la Tarasca, gigantones y cabezudos. La Tarasca era una especie de dragón mítico, que según la leyenda Santa Martha domó e hizo que se ahogase en el río Rodano salvando al pueblo de Tarascón, Francia.
Esta fiesta del Corpus Christi movible entre mayo (21) y junio (24) permitió a los incas y a otros indígenas realizar sus propios rituales religiosos en ella, bailando sus diferentes danzas ceremoniales según observaron algunos cronistas. De modo que algunas fiestas autóctonas se integraron o fueron reemplazas por el Corpus. Pero, estos elementos festivos hispanos e indígenas fueron proscritos oficialmente del Corpus entre 1765 a 1780, aunque subsistieron en algunos lugares, como las danzas de la fiesta del chuño, que fueron presenciadas por George Squier (1877), junto con una procesión del Corpus nada menos que en Tiawanaco. O como en Cochabamba, según la descripción de un Corpus escrita por Nataniel Aguirre en su novela Juan de la Rosa (1885), en el cual: “Hubo tarasca y gigantes, lechehuairos y tactaquis”, diablos y otros danzarines disfrazados.
Hoy todavía desfilan la Tarasca, gigantes y cabezudos en el Corpus de varias ciudades españolas y europeas, y bailan comparsas de diablos en esta fiesta en algunas ciudades de Panamá, Colombia y Venezuela. En el Cuzco, el Corpus reemplazó en la colonia a la fiesta de la cosecha inca, y las procesiones de santos y vírgenes sustituyeron a las de sus momias; y hoy, se lo sigue celebrando con participación indígena y como un espectáculo folclórico de gran atractivo turístico como el Inti Raymi. (*)Jaime De La Fuente Patiño es Investigador de Historia.
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