A pocas semanas para la celebración de Alasita, los artesanos se encuentran en una febril labor para ofrecer la gran variedad de miniaturas que, como todos los años, van plagadas de novedades propias del siglo XXI, como las pequeñas computadoras o celulares de última generación.
Como cada 24 de enero, las familias reeditarán una vez más una antigua tradición cultural que nació en 1781 y que perdura por 238 años trascendiendo nuestras a otras ciudades bolivianas, donde también se practica la costumbre de Alasita, que tiene una gran connotación en la cosmovisión andina.
El boliviano cuando migra a otro país también se lleva su música, sus tradiciones, comidas y cultura, de ahí que no resulta extraño que la costumbre de Alasita se haya expandido a otras ciudades y países, como Argentina, Chile y Perú, donde también se celebra esta costumbre, de ahí que fue declarada como Patrimonio cultural inmaterial por la Unesco.
Como gran parte de las tradiciones del país, Alasita es una simbiosis del mito, la leyenda y las creencias en el dios de la abundancia, representada en el personaje principal que es el Ekeko.
La palabra Alasita (aymara) significa “cómprame” y en las ciudades representa la abundancia en tanto que en las áreas rurales la fertilidad de la tierra, los hombres y los animales.
La Feria de Alasita es una tradición de la ciudad de La Paz, cuya característica principal es la venta de miniaturas con la finalidad ritual de que las mismas se conviertan en realidad. La feria mayor aglutina a alrededor de 5.000 artesanos, quienes se instalan en el Campo Ferial del Bicentenario. La feria se inicia el 24 de enero al mediodía y dura aproximadamente un mes.
En 2017, en el recorrido ritual de La Paz durante la Alasita fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
ORIGEN
Esta tradición que se originó en la época prehispánica, adquirió aceptación y vigencia en la sociedad de la época colonial y en la actualidad es un elemento cultural común de la sociedad boliviana y una de las fiestas tradicionales más importantes de La Paz.
La tradición formal se inicia el año 1781 cuando el gobernador intendente de La Paz, Audiencia de Charcas, José Sebastián de Segurola ordenó celebrar una fiesta anual en honor a la deidad denominada Ekeko, en agradecimiento porque la ciudad en aquel entonces se salvó del cerco indígena de Túpac Katari.
Hasta mediados del siglo pasado (1950-1960), la llegada de esta fiesta era anunciada con el toque de pinquillos (flautines de caña hueca), que los niños hacían sonar, días antes de esta feria. En aquellos tiempos, los niños eran los que más esperaban su llegada, porque podían seguir comprando miniaturas a modo de juguetes.
COSTUMBRES
Se celebra todos los años el 24 de enero con la instalación de puestos de venta de miniaturas temporales en las calles, en el área metropolitana de La Paz existen puntos tradicionales de venta, muchos de ellos cercanos a templos católicos.
Al mediodía del 24 de enero, los que han adquirido las miniaturas, someten estas a un ritual que puede variar según el celebrante, el rito consiste básicamente en una ch´alla, rito andino que incluye una rociada con alcohol o vino, pétalos de flores, sahumerio, adornos coloridos y oraciones que mezclan tradiciones prehispánicas y católicas.
En la ciudad de La Paz la venta de miniaturas se extiende por el lapso de aproximadamente tres semanas en una feria que ha ido mudando de lugar hasta establecerse en el centro de la ciudad, en el Campo Ferial del Bicentenario, entre las avenidas Simón Bolívar y Del Ejército. Los visitantes compran miniaturas de toda clase de elementos del hogar: dinero, automóviles, casas, materiales de construcción, ropa, electrodomésticos, comida, entre otros, que los asistentes encomiendan al Ekeko, para su conversión en realidad en el curso del año.
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