Monday, August 31, 2015

Algo más que etimologías: Pachamama (parte 2)

Es curioso que en ningún acápite de los escritos de los cronistas se haga mención de la hoy consabida divinidad, resultando hoy mismo escasa la producción de filósofos, antropólogos, arqueólogos e historiadores para precisar su origen, pues hasta el diccionario de Montaño Aragón nada aporta al proponer la sustitución de la voz Pachamama por la de Mamapacha, siendo la palabra ‘mama’ ajena al vocabulario aymara o quechua.
No obstante, la enciclopedia de historia boliviana del máximo indagador de la época virreinal, Joseph Barnadas, al mencionar que a la llegada de los españoles, los originarios comienzan a invocar a la Virgen María, refiriéndose a ella como wirjina o mejor Wirjinmama, bajo la advocación de Santa Tierra (¿es decir Madre Tierra?), nos brinda una pauta en torno a una divinidad mucho mayor y más antigua, con la cual a veces se la confunde, y que inclusive puede ser nombrada como Madre de Dios, puesto que el supremo hacedor del mundo (Wiracocha) emerge de sus aguas para efectuar la creación del cosmos…
Esta divinidad es la Tayka (Madre), representada por una sirena que subida sobre un promontorio rocoso vislumbra sobre las aguas del Titikaka la primera luz del entendimiento humano, imagen que nos remonta a los albores de la religión (del latín re-ligare) en las grandes civilizaciones de la humanidad, a través de la metáfora de la primera colina o montículo de tierra (en algunas culturas encina) que emerge del elemento primordial en el génesis de vida para conectarse a los cielos.
Según investigaciones arqueológicas, la primera deidad en venerarse en la región del Titikaka fue la Madre de las aguas y de los peces, al encontrarse en tumbas tiwanakotas pequeñas piezas metálicas (ver el Museo del Oro de La Paz), que ornaban las numerosas puntas de trenzas en las momias de sus dignatarios con una representación semejante a la Diosa Madre de tiempos babilónicos, la sirena que sostiene sus pechos con ambas manos. Similares piezas únicas en bronce, las ostentan en vida los Chipayas (“lauraque” en voz uru significa sirena), heredadas a través de siglos por sus antepasados.
Esta divinidad guarda cierto paralelo con el culto que los primitivos Guanches de las Islas Canarias —considerados sobrevivientes de la desaparecida Atlántida— que a través de vestales en galerías subterráneas tributaban a la Gran Madre, hija del dios de los océanos (Neptuno) y de la diosa de la tierra (Gea), representada por una sirena. En Brasil, todavía se rinde culto en el día de la Candelaria (2 de febrero) a Imanya, diosa de los mares, lanzando a las aguas ofrendas de pétalos y perfumes. En la misma fecha, en Anghasi (costa cercana a Quito), se realizan danzas con máscaras de pescado y faldines con escamas, en posible alusión a la Madre de las aguas. De manera aleccionadora, el padre Carlos Crespi exhibió en el siglo pasado una pieza arqueológica de sirena portando en brazos un “niño pez”, que en el Titikaka los misioneros fieles al mito europeo habían sustituido por una guitarra.
La Taika fue la divinidad mayor de Taipykhala, la “Ciudad Eterna” de Tiwanaku, donde se levantó en su honor la bella estela, de más de 7 metros de alto, 1,20 de ancho y 20 toneladas de peso, ornada con larga y abundante cabellera de menudas trenzas y llamativo cinto con cangrejos de mar, que erróneamente fuera bautizada en 1932 por Bennet como monolito Pachamama, pues encima del atrio del templo cristiano se observa una cola de sirena invertida tallada en piedra, que de manera inconfundible la identifica.
Como divinidad de los Urus (el grupo étnico que se considera sobreviviente del diluvio) aparece la Pachamama por primera vez en la versión de una ñusta que libra de gigantescas calamidades a la región (el sapo, la serpiente, los ejércitos de hormigas y el oleaje que convierte en el apacible lago Uru-Uru). En otro mito precolombino, la misma deidad forma con la leche que mana de sus pechos el gran salar de Uyuni antes de convertirse en el volcán Tunupa.
Al surgir el culto a la Pachamama como mensajera de la diosa anterior, que le transfiere la cualidad fecundadora del líquido elemento a los surcos de la tierra, cual si se tratara de semen al vientre materno, se comienza a emplear el nombre castellanizado con que se la conoce a partir de la época virreinal —identificada con la Virgen María en el barroco mestizo de la época— representada en forma de un cerro que se alza de la tierra hacia los cielos…
Aunque se desconoce si alguna vez tuvo designación nativa, ahora que la Pachamama cuenta con el aval de la ONU al haberse establecido el día mundial de la Madre Tierra, es conveniente que la Academia de la lengua incluya la voz en su mentado diccionario.

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