El 1 de enero es la fecha elegida mayoritariamente en el mundo para celebrar la llegada del Año Nuevo. Las dispares tradiciones en distintos puntos del globo van desde comer uvas para la buena suerte o carne de cerdo para la prosperidad, romper platos, pasear con maletas o subir escaleras, entre otras.
La población boliviana se suma a esas y otras tradiciones occidentales, especialmente en las ciudades. Sin embargo, dentro de la cosmovisión indígena aymara el Año Nuevo llega el 24 de enero con la fiesta de la Alasita, cuando se invoca al dios Ekeko para pedirle que los deseos (objetos en miniatura) se conviertan en realidad, indica el sociólogo e investigador cultural, David Mendoza.
"En las áreas rurales (aimaras) celebran el Ekeko, al que le piden prosperidad y transmiten nuevas esperanzas. Hay una energía que se suelta el 24 de enero con más fuerza que el día uno", explica.
Además, el 2016 es un año especial dentro de la cosmovisión andina -asegura- ya que al ser número par, trae buenos augurios en lo relativo a la dualidad y el "Chachawarmi" (complementariedad en las relaciones humanas entre mujer y varón).
"En años pares como el 2016 la gente apuesta sobre todo por el emprendimiento de un buen negocio", sostiene el experto, que matiza que el capitalismo de occidente extiende a la sociedad indígena aimara.
"Vivimos en un mundo capitalista, donde en estas fechas además la gente cobra aguinaldo y queremos consumir todo, por eso van a apostar por mayor prosperidad en el 2016", apunta. Mendoza afirma que desde la llegada de los españoles siempre han convivido ambas culturas.
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