El cajón religioso es una de las mayores manifestaciones artísticas, religiosas y culturales que cobró fuerza durante la colonia por su relación con la producción agrícola. Estos altares móviles, rectangulares y hechos de madera, eran utilizados para exhibir a las figuras religiosas más milagrosas que daban protección.
A pesar del tiempo transcurrido aún se pueden encontrar varios de estos cajones en los municipios de Tarata y Arani y en otras regiones del valle alto. Entre las imágenes que predominan están: el Tata Santiago, el Cristo de la Sentencias, el Cristo Crucificado, la Virgen María, San Marcos, San Juan Bautista y San Isidro Salvador, informó el director del Museo de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Walter Sánchez.
Como parte de la tradición, la gente acude con las imágenes en los cajones a escuchar misa y luego realiza una fiesta. “Le piden cosas y agradecen, luego, las guardan y la vuelven a sacar el próximo año”, dijo.
Según los datos recolectados para la exposición fotográfica de Cajones Religiosos que se presentó en el Museo Arqueológico de la UMSS, como resultado de una investigación de Leonardo Sánchez y Óscar Gracia, los cajones se extendieron en la región andina como efecto de la evangelización. La aparición del cajón está vinculada a la tradición europea, se remonta al siglo XIV y se conocía como la Capilla del Santero.
La tradición española de tener altares portátiles y nacimientos, conocidos como “belenes” fue bien acogida en el mundo andino.
Fue a partir de fines del siglo XVII cuando estos retablos religiosos empezaron a tener una resignificación en Bolivia con la incursión de artistas indígenas que incorporan temáticas y representaciones andinas.
El tamaño estándar de estos retablos es de 30 centímetros de ancho y de alto. Eran fabricados de madera y se las recubría con yeso y las figuras religiosas eran realizadas con harina de papa, explicó Sánchez.
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