Friday, November 10, 2017

Todos los Santos en las costumbres ancestrales



Las tradiciones que se practican actualmente durante la fiesta de Todos los Santos contrastan mucho con el significado de las costumbres ancestrales que seguían los pueblos en la época preincaica e incaica, asegura Pío Martínez, licenciado en Ciencias Políticas y Lenguas Romanísticas.

Martínez, estudioso de la cosmovisión andina y yampara, explica a ECOS que hay muy poca información escrita sobre el mundo andino y que solo se cuenta con datos que se transmiten de manera oral, a tono con una larga tradición que caracteriza particularmente a Bolivia y, en general, a los países de la comunidad andina.

Por dos motivos

Según el especialista, esta práctica se mantiene por dos motivos: para que, al transmitirse la información, esta no se pierda, y para que uno pueda sentirse orgulloso de sus ancestros.

“Siempre hay alguien que nos abre el camino inicial; luego, se van abriendo otros senderos y los conocimientos se van volviendo más complicados”, explica.

El significado de la muerte

Martínez afirma que de acuerdo con la cosmovisión andina no existe la muerte, solo acaece el kutiy (‘retornar’, en quechua) porque se cree que la persona “siempre vuelve”.

Sostiene que en el “mal llamado idioma quechua”, porque en realidad se trata del Runa Simi (boca del hombre), se nombra a la muerte como wañupun y significa “se ha vuelto abono”. Es decir no hay muerte, simplemente una continuidad.

Siguiendo la misma cosmovisión, el humano es un ser psicosomático, por tanto antes cultivaban el cuerpo y el espíritu y veían al cuerpo como un hábitat pasajero del espíritu.

Cuando el espíritu salía del cuerpo creían que este se convertía en humus que abonaba y fertilizaba la tierra, las plantas y los frutos, que luego eran consumidos por los vivos; entonces otra vez retornaban los que ya no estaban y se volvían una unidad con los vivos.

“Pero ahora, en las sociedades modernas ya no se interesan por el espíritu, solo se interesan en lo material”, manifiesta el experto.

Martínez retoma su relato y dice que “en el mundo español se dice ‘¡salud!’ cuando se brinda, pero en el mundo andino se dice ‘upirikuna’ (nos mezclaremos), y se menea suavemente la chicha en el recipiente antes de beber. Todos beben de un solo recipiente”, acota.

Muk’uchiku y Aqhachiku

El estudioso dice que en el periodo preincaico e incaico los indígenas enterraban los cadáveres de sus familiares “no destacados” en la tierra donde cultivaban alimentos.

Tras la cosecha del maíz convertían al cereal en harina, con la que preparaban el muk’u. Este consistía en masticar puñados de granos molidos o masa de maíz para escupirla después en un plato. Luego de secarla al sol, se hervía durante dos días.

Con este masticado se elaboraba la chicha (bebida fermentada de maíz), donde participaba toda la comunidad. Cuando estaba lista era consumida por todos, incluso por los niños.

Luego de haberla bebido decían —agrega Martínez— “que los que ya no están (o sea los muertos) estaban otra vez viviendo en los vivos a través del rito del Aqhachiku”.

De esa manera remarca que “el Muk’uchiku y el Aqhachiku son dos tradiciones muy importantes para la ritualidad” de estos días.

También explica que dentro de las familias prestigiosas había personajes con mucha sabiduría o que habían aportado con algo a la comunidad. Cuando esas personas fallecían, las embalsamaban sacándoles previamente todas las vísceras; luego, se las acomodaba en posición fetal para que sean introducidas envueltas con algún tejido dentro de cestos, tinajas o tejidos, dependiendo del lugar de donde provenían.

Finalmente, esos restos eran trasladados hasta los chullpares, que estaban ubicados generalmente en serranías donde a veces había cuevas naturales.

K’ancha

Martínez detalla que en el periodo preincaico e incaico, todas las casas y ayllus tenían un sitio destinado para la contemplación llamado k’ancha, que significa luz, donde instalaban una cantidad determinada de estiércol y grasa para iluminar el lugar y dedicarse a la contemplación.

Entonces, entre los meses de marzo y abril acostumbraban trasladar a las chullpas (muertos momificados) hasta las k’anchas para contemplarlos y contar entre los presentes todo el camino que habían recorrido durante su vida. “De la palabra k’ancha deriva k’anchaku”, aclara Martínez.

Por ejemplo, en esa reunión relataban la historia de una momia de sexo femenino que en vida era una mamakuna y que había enseñado a la comunidad el arte del hilado de lana y del tejido, la selección de pigmentos, tintes y colores naturales. Por eso se había destacado en su comunidad. “Pocos conocen el verdadero sentido del rito la k’ancha o rito de la meditación”, dice el especialista.

Sacrilegio

“Cuando llegaron los españoles, no me gusta llamarlos así porque no solo eran de ese reinado sino de otros países —aclara Martínez—, le cambiaron el nombre a las k’anchas llamándolas ‘canchas’ y convirtieron esos lugares en corrales de animales, pero los indígenas nunca les llamaron corrales. El ritual que se hacía en la k’anchas fue condenado por los españoles como un terrible sacrilegio porque no se podía jugar con los muertos”.

Con el tiempo, los forasteros construyeron sobre los chullpares templos como el de La Recoleta, en la actual Sucre, porque consideraban a esos lugares dañinos. “La religión católica tiene otra concepción de la muerte”, sostiene el estudioso yampara.

Para el mundo andino es muy importante el k’anchaku (palabra que deriva de k’ancha). Hasta hoy, hay indígenas que instintivamente van a los santuarios donde antes había una gran cantidad de chullpares y la gente se quedaba toda la noche contemplando las chullpas. Ahora muchos indígenas no saben por qué van, pero lo hacen.

Los españoles también decidieron suplir las chullpas o momias por los turcos o t’antawawas (masas horneadas con forma de animales o antropomorfas). En el mundo andino no se conocía el horno, los españoles enseñaron a los indígenas cómo hacer masa horneada. Desde entonces cambió el estilo de una época.

Martínez recuerda que donde había un chullpar, también había una wak’a. “Son lugares energéticos que se convirtieron en iglesias, al lado también había una mina que lloraba metal”.

Pucara

Como en el mundo andino no hay muerte, se creó la pucara. En la actualidad, Todos los Santos se conmemora el 1 de noviembre, pero en tiempos ancestrales era entre marzo y abril. Ahora la fiesta del apóstol Santiago se festeja entre marzo y abril, informa Martínez.

“De esta forma los k’anchakus se trasladaron a noviembre; como en el mundo andino no existe la muerte, el difunto regresa y en ese trayecto tiene que comer. Por eso se hicieron las pucaras”, agrega a ECOS.

Ayarachi

El ayarichi traducido a ayariqchachi significa que un hombre a través de su zampoña (antes eran de huesos humanos) hace que los cadáveres vuelvan a la vida con su música.

De esta forma, en todos los k’anchakus se sirve comida porque los difuntos retornan vivos. •

Otros detalles

El conquistador español Hernán Cortés fue el primero en utilizar la palabra “Andes”, cuando escribió a España y explicó que estaba en el mundo de los andenes, es decir de las terrazas, que eran cultivos de diferentes pisos en las montañas.

De ahí se cambió el nombre a Cordillera de los Andes, que comprende parte de los territorios de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, y se tiene la misma concepción sobre los muertos.

Cuando los españoles vieron que las chullpas llevaban algunos prendedores hechos con cobre, plata, piedras semipreciosas o semillas, dominados por su sed de oro empezaron a depredar los lugares de culto.

Entonces los niños y las mujeres optaban por quejarse en su idioma a los jerarcas de los invasores. Les decían “¡quechuan!, ¡quechuan!”, que en español quiere decir “me han quitado” o “despojado”. Como los españoles no entendían y al final les pusieron el apodo de “quechua”. El resultado de un roce cultural entre dos mundos.

FUENTE: Pío Martínez, licenciado en Ciencias Políticas y Lenguas Romanísticas.




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