Wednesday, November 2, 2016

Video Los guardianes de camposantos relatan historias ‘del más allá’



Cuando nuestro paso por este mundo llega a su fin y nuestra existencia se remite a una lápida hay quienes –con un valor estoico– cuidan de que nuestra última morada en la tierra no sea profanada. Este oficio es solo para valientes y pocos se animan a hacerlo, dicen los guardianes de camposantos, pues deben lidiar con ‘vivos y muertos’.

Ángel Cuéllar cuida desde hace 25 años los restos mortales que fueron a parar en el Cementerio General de Santa Cruz, que tiene más de un siglo de existencia. Hubo años que le tocó el turno nocturno, recuerda que una noche –cuando aún este panteón no contaba con luz eléctrica– a las tres de la madrugada, vio a un hombre encaramado en un toborochi.

“¡Qué raro!”, dijo para sus adentros mientras se le erizaba la piel y un escalofrío le recorría la espalda. Allí no debería haber nadie y menos cabalgado en un árbol –continuaba elucubrando– ya que la única persona que lo acompañaba estaba en el ingreso del cementerio. Inmediatamente fue en su búsqueda y cuando retornaron al desconocido se lo había tragado la tierra.

Ahora recuerda que durante aquel episodio le invadió un gran temor, pero no se equipara con la bronca que le provocó cuando se enfrentó a cinco “pícaros” que estaban robando los adornos de los mausoleos. Fueron entregados a la Policía.

La conversación de las ‘almitas’

Pedro Torrico es otro valiente. Desde hace ocho años su oficio es cuidar de los muertos del cementerio La Cuchilla, zona sur de la ciudad de Santa Cruz. Esto incluye, en las noches, recorrer el recinto varias veces. Dado el tamaño del camposanto Pedro tomó la decisión de hacerlo en motocicleta, pero… ¡había un espacio por el que el vehículo de dos ruedas –de forma inexplicable– se negaba a avanzar!

Todo iba normal hasta que se acercaba a la fosa común, mientras más cerca estaba las luces empezaban a titilar y el motor se detenía, relata. Y cuando pasaba este lugar -en el que ahora se erige una garita de control –empujando su moto, esta recién volvía a funcionar como por arte de magia.

En el espacio asignado a los muertos, en las noches, Pedro es uno de los únicos vivos. Relata que en una ocasión escuchó un ruido. Se dirigió allí y en la oscuridad solo alcanzó a ver los nichos, pero las voces se hacían más nítidas. Le invadió el miedo, pero siguió avanzando cuando… ¡un gato negro salió como escupido de en medio de las tumbas! Esto le devolvió el alma al cuerpo y también hizo que cesara “la conversación de las almitas”, dice.

Este guardián de los muertos cree que son las almas que vagan por este mundo las que se aparecen de esta forma, porque tienen un asunto pendiente. Él ora por ellas y les lleva flores. Así encuentran algo de sosiego, reflexiona.

“No hay ningún ‘asusto’ en los cementerios”

Para Carmen Herrera las cosas están claras: ni almas, ni fantasmas, ni ‘asustos’ vagan por los cementerios, al menos ninguno de estos ‘seres del otro mundo’ hicieron contacto con ella en los tres años que lleva trabajando –en horarios de oficina– en el panteón El Pajonal.

Carmen cuenta que desde hace dos años se ha prescindido de los cuidadores de este lugar, porque desde entonces este cementerio cuenta con una cerca eléctrica a prueba de delincuentes.

No importa si eres escéptico o creyente solo toma en cuenta que en la mayoría de los 24 cementerios que registra la ciudad de Santa Cruz, hay personas como Ángel, Pedro o Carmen que se dan a la tarea de cuidar que los restos mortales de nuestros seres queridos descansen en paz.

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