El cementerio general de K’ara K’ara, además de recibir a los muertos, es una síntesis de costumbres para las almas. Cada año en este cementerio, la población, que en su mayoría migró de otros departamentos, las recuerdan con nostalgia y replicando las tradiciones de su pueblo natal.
Como en esta zona, todos los cochabambinos reciben a sus almas, al mediodía de hoy.
“En Arampampa (Norte Potosí) se visita a las almas en la noche”, cuenta la señora Rosa Ramírez al recordar las costumbres de su pueblo que dejó hace más de 20 años.
“Nosotros nos amanecíamos en el cementerio sentados alrededor de los nichos”, cuenta Anastacio Pacaja, oriundo de Chayanta Potosí. La tarde de ayer llegó junto a su hijo para arreglar la tumba de su padre, Cristóbal Pacaja. Asegura que su hijo ya no seguirá la antigua costumbre de su padre, porque la inseguridad del cementerio, en K’ara K’ara, no lo permite.
No le agrada el bullicio que cada vez toma más fuerza en ese cementerio. “Aquí se está haciendo costumbre traer banda de músicos. Allá (en Potosí) no era necesario, ni música ni bebida para acompañar al alma hasta amanecer”, recuerda.
A Rosa Ramírez le causa molestia que todas sus costumbres ahora estén supeditadas siempre al dinero. Luego de haber dejado el agro, en su natal Arampampa, ella se gana la vida vendiendo tostado y su situación económica es muy complicada. “Antes cultivábamos trigo, lo molíamos y preparábamos los urpus; ahora todo se vende y encima ni es limpio”, señala al resaltar que pese a las dificultades prefiere ahorrar, comprar trigo y preparar personalmente sus urpus.
Para Juan Tarqui, el cariño a los difuntos, en La Paz, se medía por el tamaño de t’antawawas (muñecos de pan). “Aquí las t’antawawas son pequeñitas, aunque hay algunos vecinos que son también de la sede de Gobierno y están queriendo rescatar esa tradición”, cuenta entusiasmado, mientras limpia la tumba de su esposa Benedigta Mamani, que falleció en agosto pasado.
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