Los villancicos, el api con buñuelos, la jak’a lawa y los pesebres decorados con plantas nativas eran los elementos centrales de la Navidad de antaño con los que se esperaba la llegada del Niño Jesús. Ante la pérdida de las tradiciones, el profesor Wilfredo Camacho instó a la población a rescatar la Navidad típica del valle y el sentido de unión familiar extraviada en el consumismo que caracteriza la época.
Camacho explicó que el pesebre de antaño tenía cuatro componentes. El primero, el refugio donde nace el Niño Jesús cuyo armazón se hacía con ramas de sauce llorón, molle y eucalipto. Dentro, la Virgen María, José y Jesús se presentan con vestimentas típicas hechas de aguayo.
El segundo elemento hace referencia a que los niños de la familia ofrendan al Niño Jesús juguetes típicos. Entre ellos se encuentran las cachinas, trompos y chuis para que el pequeño juegue con éstos. Seguidamente se sitúan a los animales propios de la región como son las vacas, ovejas, burritos y caballitos. Camacho explicó que en la visión andina la figura de los tres Reyes Magos y el árbol de Navidad no existen. En sustitución se introducen mujeres de pollera y pastores. Finalmente, el nacimiento es adornado con plantas de albahaca para aromatizar el ambiente y de maíz o cebada “para que no falte el pan” en el hogar.
Camacho indicó que la gastronomía navideña ocupa un espacio vital en la unión familiar. Según la tradición, el menú del 24 de diciembre consta de buñuelos, pasteles de queso o con jigote, api y tojorí. En el caso del api, su elaboración inicia con dos semanas de anticipación. En ese tiempo se hace macerar el maíz molido con cáscaras de naranja, canela y clavo de olor.
Según Camacho, la jak’a lawa, es otro de los platos típicos. Ello debido a que en la cosmovisión andina, los “primeros choclos” se cosechaban en esta época. “Para nosotros la Navidad es una expresión de fe para poder acrecentar el sentimiento de familiaridad”, resaltó el profesor e investigador social. (Los Tiempos)
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