Tuesday, November 3, 2015

Sucrenses despiden a las almas en los tradicionales k'anchakus

Siguiendo las costumbres, miles de sucrenses despidieron a las almas de los difuntos en los tradicionales k’anchakus en los que las familias ofrendaron todo aquello que les gustaba en vida e incluso expusieron los objetos con los que se destacaron.

Unos sencillos, otros ostentosos, los sucrenses armaron las acostumbradas mesas para recibir el alma de algún familiar fallecido en los últimos años.

Ayer, después del mediodía la gente peregrinó rezando casa por casa y degustando el tradicional mondongo, recibiendo masitas y consumiendo bebidas alcohólicas, con ello, despidiendo a las almas.

Una de las primeras mesas en ser levantadas, ayer antes del mediodía, fue la que instaló la administración Cementerio General en honor a las almas olvidadas. Los asistentes recibieron t’antas wawas, una variedad de comestibles y bebidas bajo el compromiso de que devuelvan el doble el próximo año.

En los k’anchakus de las casas, las mesas se levantaron por la tarde tras la visita de familiares y desconocidos. Muchas familias prepararon hasta unos 500 platos de comida, además masitas y bebidas para entregar a los visitantes, cuyos gastos, en algunos casos habrían superado los 2.500 dólares, según comentó José Luis Saavedra que instaló una mesa para su esposa.

En otras tumbas, no sólo se colocaron los alimentos que les gustaban a los difuntos, sino aquellos objetos con los que conquistaron la fama y los premios que recibieron. Fue el caso del músico Román Romero, cuyo armonio fue el elemento principal de la mesa armada en su honor por sus hijos en su vivienda del barrio Lindo, y por otro lado, la mesa del competidor Juan Carlos Díaz, más conocido como Cachín, que estuvo rodeada por sus dos motocicletas y los trofeos conquistados en su corta carrera.

“Nuestras costumbres de Todos Santos no se tienen que perder nunca. La mesa para mi padre lo hemos preparado con todos sus gustos, por ejemplo, no podría faltar su sopita de maní, su picante de cola y lengua, que le encataba”, comentó el hijo de Román Romero, Juan Pablo Romero Uribe.

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