Friday, October 31, 2014
Difuntos manifiestan su llegada con una brisa, ruido o mosca
La tradición refiere que sentir una suave brisa, un ventarrón, un ruido o el asomo de una mosca son las manifestaciones más comunes con las que un alma manifiesta su llegada a la tierra para reunirse con sus seres queridos.
El mast’aku (mesa para el difunto) está servida y los vivos esperan la llegada de las almas con todo lo que les gustaba para poder compartir con ellos 24 horas.
La tradición alude que las almas llegan al mediodía del 1 de noviembre a disfrutar del mast’aku que le han preparado y parten nuevamente el 2 de noviembre, también al mediodía, momento en el que se debe levantar la mesa.
Según el decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Mayor de San Simón, el antropólogo José Antonio Rocha, la gente percibe la llegada del alma de sus seres queridos a través de las señales como el ruido de algún objeto o golpe, la entrada de una brisa a la casa, específicamente donde está la mesa y el asomo de una mosca o mosquito a los alimentos servidos para el difunto.
Sin embargo, según testimonios de trabajo de campo recabados por Rocha, hay animales como el perro que tienen la facilidad de ver al alma llegar o partir de la tierra. Aseguran que los perros perciben este fenómeno y lo hacen saber porque aúllan permanentemente y miran de manera fija al cielo.
“Pero más allá de estas manifestaciones lo que más vale es la plena convicción de que nuestros seres queridos están con nosotros”, manifestó.
También se dice que si el día de los difuntos llueve es porque las almas están tristes y si hace calor es porque llegan felices.
El investigador social Wilfredo Camacho coincide con Rocha al referirse a las formas en las que identificamos al alma.
Pero para él la presencia del alma de un ser querido puede estar siempre que uno lo invoque.
Más allá de la fiesta de los difuntos, Camacho señaló que las almas ayudan a sus seres queridos en situaciones de crisis, cuando uno de sus parientes está enfermo, cuando necesitan reconciliarse con alguien o precisan de un favor.
“He escuchado testimonios de personas que han pedido a sus difuntos que les cumplan un favor y han sentido su presencia cuando los invocaron”, dijo.
TRADICIÓN La fiesta del día de los difuntos es muy antigua en nuestro país. El armado de los altares o mesas se remonta a los antepasados quechuas y aimaras.
Wilfredo Camacho indica que el mast’aku viene de la época de Tiwanaku hace más de 5.522 años.
El mast’aku en esos tiempos tenía otro objetivo, señala que en el calendario el 1 y 2 de noviembre eran fechas de transición de tiempo seco a húmedo.
Para los incas el mes de octubre era de sequía y para que pueda haber lluvias para sus sembradíos se llamaban a los difuntos, indicó.
Para ellos la tradición era sacar los restos de los difuntos, sus huesos y osamentas para hacerlos “pasear” por las calles.
Pero las almas tenían un pre requisito para interceder, era el que los vivos armen una mesa con buenas intenciones.
“Entonces en esa época los vivos se esmeraban para hacer una buena mesa con la mejor bebida, comida, pan, maíz, hoja de coca. Y si el difunto comía bien y lo hacían bailar bien, entonces satisfecho se iba al janaj pacha (al cielo) y era un buen antecesor para que llueva.
Aunque la celebración ha cambiado con el paso del tiempo Camacho reconoció que cada sector del país tiene su propia forma de recordar a los muertos.
En la zona andina y en los valles es muy tradicional realizar el armado de mesas, que incluso se llevan hasta los cementerios para despedir a las almas. En algunos sectores de la zona andina la fiesta dura hasta tres días, es decir hasta el 3 de noviembre.
En la zona de los llanos la tradición simplemente se reduce a poner una vela y orar por el alma además de visitar las tumbas de los difuntos.
MUERTOS RECIENTES Según el antropólogo José A. Rocha, todas las almas retornan a la tierra y sin importar el tiempo que haya pasado de su muerte se debe armar una mesa para recibirlas.
Se dice que una alma es nueva cuando el difunto murió tres o hasta cuatro meses antes del día de los difuntos y antigua cuando ya pasó un año o más de su muerte.
Para Rocha el armado de mesas tiene que ver también con la economía de las familias. Indicó que muchos familiares no arman el mast’aku a las almas nuevas por todos los gastos que erogaron en el entierro. Por eso esperan varios meses para ahorrar y ofrecer los mejores alimentos a las mesas.
Datos.
Elementos
Los productos que se colocan en las mesas deben ser elaborados por los familiares, para demostrar al difunto el cariño que se le tiene.
Levantado de mesa
El mast’aku es levantado a las 12:00 horas del 2 de noviembre por una persona ajena a la familia del difunto.
Asimismo algunos acostumbran volcar las mesas luego de que son levantadas con oraciones para evitar que la muerte vuelva a visitar a la familia.
Alabados
Tres padrenuestros y tres avemarías anticipan los coritos de los alabados que niños, jóvenes y adultos ofrecen la noche del 1 de noviembre en las casas donde se arman las mesas para el difunto.
Estos alabados son ofrecidos mencionando el nombre del difunto y como recompensa los familiares entregan a los que alabaron masitas, refrescos y otros productos que se ponen en la mesa.
El paseo de los muertos
Hasta el año 1784 el paseo de los muertos el 2 de noviembre era una tradición que se realizaba en la ciudad de Cochabamba, según un libro de Guaman Poma.
El antropólogo y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Mayor de San Simón, José Antonio Rocha indicó que ese año el intendente, Francisco Viedma que era una especie de gobernador prohibió el sacado de los cuerpos de las tumbas por higiene y para cuidar la salud pública de los habitantes.
“Probablemente esto se podía convertir en un foco de infecciones, por lo que decidieron prohibirlo”, dijo.
Hasta esos años la mayoría de los difuntos era enterrado en los cementerios que estaban al lado de las iglesias de la ciudad.
Sin embargo, también había ciudadanos que guardaban los restos de sus seres queridos en sus casas y aprovechaban esas fechas para volver a tener un contacto con ellos y compartir comida y bebida.
Desde esa época los ciudadanos tampoco pudieron conservar los huesos y restos de sus familiares en las casas.
Iglesias respetan tradiciones
La celebración de Todos Santos, como se denomina en nuestro país es para la Iglesia católica el 1 de noviembre y es la fecha en la que se recuerda a los santos muertos y vivos.
Para los católicos el 2 de noviembre es el día de los difuntos y en honor a ese día se celebran misas y se recuerda a los difuntos colocando una fotografía y un vaso de agua, mencionó monseñor Luis Sainz.
Indicó que la Iglesia respeta las tradiciones de la cultura andina que realiza el armado de mesas y aseguró que ese día se debe recordar a los seres queridos que ya no están entre nosotros elevando oraciones por ellos.
Para la Iglesia evangélica el 1 y 2 de noviembre no tiene ningún significado. Ellos no realizan ninguna celebración especial esos días, pero respetan el sentir y la tradición de los creyentes en la llegada de las almas.
El pastor de la iglesia Ekklesia, Juan Peredo, señaló que el 2 de noviembre recuerdan a sus difuntos, pero no hacen ningún tipo de celebración por ese acontecimiento.
Por otro lado para la Iglesia adventista estas fechas tampoco tienen un significado.
El pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Gilson José Da Silva indicó que pese a que esta religión no realiza celebración alguna a los difuntos, los miembros de la misma acuden a los cementerios para elevar su mensaje a las personas que sí creen en la llegada de las almas.
“El día de los difuntos vamos a los cementerios para elevar un mensaje de esperanza a las personas que han perdido a sus seres queridos”, mencionó.
Indicó que la Iglesia sí cree en la resurrección y que animan a las personas que despiden a sus muertos con una oración, un mensaje o les regalan una flor.
Para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ültimos Días o mormones el día de los difuntos pasa como cualquier otro, sin celebraciones especiales.
El mast’aku responde a los gustos del difunto y a las costumbres
En los mast’akus o altares para los difuntos predominan los platos y bebidas que eran del gusto de la persona que ya no está entre nosotros.
Las comidas elaboradas por los mismos familiares son señaladas con banderines de colores negro y lila.
En ella también se incluyen otros elementos como la t’antawawa que es el centro de la mesa y representa el cuerpo del difunto, por lo que va caracterizado de acuerdo al sexo.
Las masitas con figuras de animales recrean el mundo en el que habitamos.
Algunos elementos importantes son la paloma, el zorro y la llama. En algunos casos estos dos últimos son reemplazados por el perro y el caballo respectivamente.
Elaboradas también en masa se coloca un sol y una luna estas representan a las deidades del cielo Janaj Pacha y de la tierra Kay Pacha.
La escalera de pan, hace alusión al elemento usado para bajar a Jesucristo de la cruz, que surge de la religión católica. Pero en las mesas se usa este elemento para que las almas puedan bajar y subir facilmente al llegar y retornar al cielo.
En algunas provincias es cada vez más frecuente cambiar este elemento por un avión o helicóptero.
Los canastos, vasos y botellas que se elaboran de dulce sirven como utensilios para que el alma pueda transportar sus bebidas y comidas.
Los suspiros y otros dulces que se colocan en las mesas sirven como un elemento llamativo para recibir a las almas, ya sea transformadas en moscas o en una brisa sutil.
En las mesas no pueden faltar las fotografías de los difuntos, velas y un vaso de agua.
El 1 de noviembre por la noche las puertas de las casas son abiertas para que la gente con rezos y oraciones para el alma pueda ir levantando los productos de la misma. El 2 al mediodía la mesa debe ser levantada.
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