L as t’anta wawas, escaleras, bizcochuelos, cañas y otuqurus, entre una veintena de elementos, son imprescindibles en la mesa de difuntos, que debe armarse mañana al mediodía. Cada símbolo cumple una función específica para ayudar a los muertos en su viaje por un día al mundo de los vivos.
"Nuestras costumbres y tradiciones tienen una fuerte carga simbólica. Cada objeto tiene un significado que liga a los vivos con las almas que llegan en Todos Santos”, explicó la responsable del área de Investigación , Folklore y Artes populares de la comuna paceña, Vida Tedesqui. La mesa de difuntos -aseguró la especialista- es una tradición previa a la colonia que fue evolucionando con los años.
Por su parte, el delegado municipal para el Fomento de la Interculturalidad, Marcelo Fernández, aseguró que en tiempos precolombinos la relación con la muerte era distinta. "Antes, la cultura andina convivía con el muerto en la misma casa. En noviembre el cuerpo recibía una fiesta y baile para que los difuntos ayuden a la población. Para esto se celebraba con lo que le gustaba al difunto -explicó-. Si el muerto era un soldado del inca, la fiesta debía tener una connotación de guerra y de soldados”.
El altar -aseguró Fernandez- es un "conjunto de diferentes horizontes civilizatorios”. La unión de las tradiciones y costumbres locales y extranjeras dio como resultado la actual mesa de Todos Santos. "El pan no es un elemento indígena originario, viene de los árabes y pasó a los españoles. Ahora es parte primordial de nuestras costumbres”, dijo,
El sincretismo también pervive en otras costumbres. Para Fernandez, el rezo de los mementos es un ejemplo de ello. "Los mementos eran canciones en latín, como cánticos gregorianos. Hoy en muchas comunidades se cantan, sin saber el contenido”, explicó.
La cultura, concordaron ambos expertos, no es estática. Esto llevó a que el mundo andino adapte las visiones externas para construir una nueva tradición.
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