Andrea y Andrés son los nombres de las dos calaveras o "ñatitas” que Pacesa Bernabé guarda en su casa de Oruro hace 10 años. Su hijo las "rescató” de la zona de los chullpares, en las ruinas de Sajama. Desde entonces, para ella son "almitas milagrosas”.
Pacesa cuenta que una noche soñó cómo las calaveras le confiaban sus nombres, tal y como les suele ocurrir a las personas que creen en este tipo de rituales.
"Me cuidan, me protegen y me bendicen”, afirma. Defiende fervientemente la creencia popular de que "sus cuerpos han debido sufrir mucho en la vida y en la muerte, y por eso son tan milagrosas. A los chullpitas se les enterraba vivos”, explica.
Como Pacesa, cientos de personas ayer se concentraron en el Cementerio General de La Paz para celebrar, como cada 8 de noviembre, el día de las "ñatitas”. Ella llegó temprano al camposanto, desde Oruro, con la única compañía de sus calaveras.
Es la primera vez que viene y le parece una "linda experiencia”.
Alguien diría que en estas ocasiones en el cementerio no cabe ni un alma más. Sobre todo ahora que acuden creyentes de las provincias de La Paz, de El Alto y del interior, con las urnas de sus "ñatitas” para compartir creencias, rituales. Algunas calaveras llegan en suntuosas vitrinas, otras en cajitas de cartón, pero a ninguna le faltan honores.
Recibieron bendición
Pacesa espera sentada frente a la iglesia del cementerio, compartiendo cigarros y hojas de coca con sus dos calaveras. Entre la multitud también hay gente que sólo se acerca a las calaveras para rezar, ponerles velas y encomendarse a estas almas.
A las 11:00, los visitantes se agolpan para hacer que el párroco bendiga sus calaveras. Dina está recién bendecida. Es el nombre de la calavera que representa a la tía de Matilde Jiménez, quien murió hace unos años. "Para nosotros es un familiar más que tenemos en casa, nos protege de las maldades. Siempre le ponemos velas, flores y le pedimos cosas buenas”, cuenta Jiménez.
No falta la música para Dina, "porque a ella le gustaba mucho”. Por eso, cada año se encargan de contratarle una banda de música. En el cementerio varios grupos tocan al mismo tiempo para distintas "ñatitas”. Una hora más y la familia de Matilde Jiménez se irá a casa, donde compartirán un lechón en honor de Dina, una costumbre que también forma parte de la celebración.
A las calaveras no se les nota tanto el paso de los años y su aspecto incluso mejora gracias a los adornos que les ponen. Además de incorporarles flores y cigarrillos, como manda la costumbre, algunas llevan gafas de sol, coronas y otros elementos llamativos. Todo para halagar a una figura que simboliza el cumplimiento de los deseos de protección y bendición.
"Puede ayudarnos a solucionar los problemas de pareja. Sólo hay que pedirle de todo corazón”, recuerda Pacesa Bernabé.
El origen de las calaveras
Así como hay gente que adquiere sus calaveras de parientes que las pasan de generación en generación, hay otras que se dice proceden de cementerios clandestinos y otros cráneos que pertenecen a familiares fallecidos.
Edson Blas, por ejemplo, murió atropellado en la carretera a los 12 años, en 1997. Desde entonces está en poder de su hermana, quien cada año le pide al alma que guíe y proteja a la familia.
Se repiten las peticiones al calor de las velas y de la fe de los asistentes. En otro sector del camposanto se venera a Panchito. Hace 10 años, Remedios Aguilar encontró la calavera y le puso ese nombre. Cada año acude al cementerio con el cráneo para mostrarle su devoción.
Desde El Alto vienen María Díez, quien lleva 13 años consecutivos acudiendo a la cita, y Mercedes Márquez, quien, por casualidad, vino a una misa y se encontró con este ritual.
Ambas se unen para venerar a varias "ñatitas”. Felipe es una de ellas. Díez la encontró en la calle o "en el camino”, dice. También la llama el "almita rebajito” porque no sabe de quién es la calavera. Para ella es una posibilidad de cuidar un alma abandonada.
Música, baile, comida, flores y ofrendas forman parte del rito en honor a las "ñatitas”, que se remonta a la época precolombina. Además se vincula con la festividad de Todos Santos y a la creencia de que el ajayu o alma sigue presente tras la muerte. De eso está segura Pacesa, quien festejó ayer con Andrea y Andrés.
Se reúnen más de 5.000 personas
El Cementerio General de La Paz acogió ayer a más de 5.000 personas, según datos facilitados por el administrador del camposanto, Alexis Tavera.
Desde las 8:00 comenzaron a llegar las primeras ofrendas que se ubicaron en el sector denominado "Ñatitas”, alrededor de la iglesia. La mayor concentración ocurrió al mediodía y permanecieron en el lugar hasta las 17:00.
Para esta ocasión se organizó el correspondiente control policial en las puertas de acceso al cementerio, sobre todo para evitar la introducción de bebidas alcohólicas y personas en estado de ebriedad.
Con este objetivo se desplegaron 70 funcionarios de la Intendencia, efectivos de la Policía Boliviana y la Guardia Municipal, según el reporte de la ABI.
El supervisor general de la Intendencia Municipal, Cristian Rojas, comentó al respecto que "de a poco la gente ha ido tomando conciencia”. "En años anteriores hemos tenido más problemas en horario de la tarde, de gente en estado de ebriedad”, recordó.
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