Con música y cerveza, los vivos despidieron ayer a sus seres queridos en el cementerio de Villa Ingenio, en la ciudad de El Alto. Cientos de personas visitaron las tumbas para compartir los últimos momentos de permanencia de las almas de los difuntos antes de su partida al mediodía.
"Tengo dos hermanos que han fallecido, ellos siempre querían música, cerveza, coquita y trago. Antes compartía y de nuevo, por hoy día, estoy compartiendo”, expresó Anselmo Choque con la voz pausada y los ojos rojizos.
El cementerio de Villa Ingenio se encuentra al norte de la urbe alteña, cerca del botadero municipal, donde sobrevuelan las gaviotas. De vez en cuando se siente expandirse el olor fétido.
El sábado, a las 8:00, la gente ingresaba al camposanto bajo el resguardo de funcionarios municipales. En una pared se leía "Prohibido el ingreso y venta de bebidas alcohólicas”.
Uno de los guardias confirmó que en el interior del cementerio estaba prohibido el consumo de bebidas alcohólicas. "Si lo hacen afuera, no hay problema”.
Pero los dolientes cargan las cajas de cerveza en aguayos , de cualquier manera nadie los revisa.
El suelo rocoso, polvoriento y desigual del cementerio fue transitado por las personas que visitaron el lugar. Sobre algunas tumbas, al ras del piso, se colocó una gran cantidad de masitas, pasankallas, tantawawas, frutas y botellas de cerveza.
Los músicos tocaron sus zampoñas, bombos, tarkas y pinquillos. Se escuchó cantar "un corazón como el mío nunca has de encontrar, por más que arañes la tierra, nunca has de encontrar”. La canción depende del gusto del fallecido, por cinco canciones se paga 70 bolivianos. Un poco más lejos se escuchaba otro estribillo: "sale el sol siguen chupando, sale la luna siguen chupando (...)”.
Alrededor de la tumba de Ruth Quispe, su esposo y su padre tomaban unos vasos de cerveza. "Esto es entre nosotros, yo nunca compartí con mi esposa”, dijo Bartolomé Calisaya.
Habían sepulcros vacíos, con flores marchitas o sin ellas, pero probablemente sus familiares estaban fuera del cementerio, donde también armaron mesas sobre el suelo y la paja brava, y se estacionaron cientos de vehículos cerca de los numerosos puestos de cerveza. La caja se vendía a 130 bolivianos. Algunas comerciantes afirmaron vender ayer hasta 50 cajas, otras dijeron que con suerte llegaban a las 15.
Sandra Colque trabaja fuera del camposanto de Villa Ingenio desde hace 20 años, empezó de pequeña ayudando a su madre con las botellas y las cajas. Contó que conforme avanzan las horas aumentan los borrachos, que generalmente se van del lugar a las 19:00, aunque otros se quedan a dormir hasta el siguiente día.
No comments:
Post a Comment