Monday, November 4, 2013

Punata y Quillacollo protegen a los tres “angelitos” asesinados

Tres “angelitos” (niños difuntos), uno en Quillacollo y dos en Punata, son protegidos por sus habitantes luego de haber sido víctimas de brutales arranques de ira en manos de sus padres.

Nelson Jiménez es el niño que fue degollado por su padre tras haber k’uqueado (tomar sin permiso) una manzana del huerto vecino. Shirley y Jhostin son los hermanitos en Punata cuyo progenitor los habría matado con golpes en la cabeza para no pagar pensiones.

“Chay wawakuna mana wañunanpi wañun” (“Esos bebés murieron cuando aún no debían morir”) es el comentario generalizado de la población quechua hablante al referirse a bebés que murieron trágicamente.

QUILLACOLLO

La dramática historia de Nelson Jiménez se mantiene viva en los relatos de padres a hijos y de abuelos a nietos, que desde hace más de 20 años cuentan que en la zona sur de Quillacollo la población se conmocionó ante la noticia de que Alipio Jiménez -padre de Nelson- habría enterrado a escondidas a su hijo, en uno de los cuartos que aún estaban en construcción.

La población, molesta, obligó a Alipio a desenterrarlo. Al ver que el niño había sido degollado exigió explicaciones. El padre confesó que lo hizo en castigo por tomar una manzana sin permiso.

“Como todo niño, Nelson seguro deseó comer una manzana. Quién alguna vez no ha entrado a k’uquear (tomar sin permiso) en el huerto de una vecina. No merecía tal castigo”, cuenta el exdirector de Cultura de Quillacollo, Carlos Vargas.

“No se qué le podría haber pasado por la cabeza. Tendría que estar loco o borracho para hacer eso”, cuestiona Martha Espinoza, vecina de la zona.

Otras versiones relatan que la madrastra del niño habría sido quien le insistió al padre a tomar tan trágica decisión.

El pequeño fue enterrado luego de una misa y procesión a la que asistieron unidades educativas, dirigentes y población en general. Desde entonces en el nicho de Nelson nunca han faltado manzanas. Padres y abuelos, acompañados de sus niños, visitan este lugar donde cientos de veces se vuelve a contar la misma historia.

“Yo era niña cuando lo mataron y desde entonces venía con mis padres y ahora lo hago con mi hijo”, cuenta Daniela Mejía, vecina de Quillacollo.

“Nelson es un ángel... para mí es un santo”, asegura María Barrientos mientras limpia el nicho del niño que está colmado de flores y juguetes. Para María y su familia, Nelson es considerado su “ángel protector”. “Yo viajo todo el tiempo y Nelson siempre me ha protegido aun en los martes locos”, dice María refiriéndose a los martes 13 que en la cultura popular de los viajeros es un día de muchos peligros.

Tras este hecho, Alipio -el padre de Nelson- fue enviado a la cárcel con una sentencia de 20 años. Un amigo de éste cuenta que faltando tres meses para cumplir su condena huyó de la cárcel, pero días después lo encontraron en Santa Cruz. “Lo encerraron de nuevo y le dieron cinco años más. Ya debe estar cumpliéndose”, cuenta uno de los vecinos que prefiere mantener en reserva su identidad.

PUNATA

La madrugada del 9 de enero de 2012 un hecho violento se suscitaba en la zona de Jusk’u Molle, Punata. Shirley y Jhostin, de 4 y 2 años, habían sido asesinados por su padre con golpes en la cabeza.

Luis V. R. (21) -padre de los niños- fue incriminado por el crimen. “No se sabe bien cómo los mató, pero dicen que de borracho agarró a los niños y golpeó sus cabecitas en un bloque de cemento, porque ahí había sangre”, dijo Felipe Arnez, refiriéndose a los bloques que sostienen un mástil en la cancha de fútbol. En el lugar fue instalado un nicho en su memoria. Los relatos de vecinos cuentan que Luis y la madre de sus hijos vivían separados debido a constantes agresiones físicas.

La esposa, Flora, se fue con los pequeños a vivir a la casa de su madre. Un día por la madrugada Luis ingresó a la casa saltando la pared.

En una confrontación directa con la suegra, ésta se interpuso en la discusión y Luis la hirió en el pecho con un arma blanca.

Según las declaraciones de la madre, tras la agresión ella salió a pedir ayuda y fue en ese momento que Luis se llevó a los niños. Otras versiones señalan que Flora se fue al hospital para acompañar a su madre dejando a los niños con su padre, tiempo suficiente para planear el asesinato.



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